lunes, 4 de marzo de 2013

El próximo 15 de marzo cumplo 20 años en la docencia. En aquel momento, mi trabajo inicial fue como preceptor. Desde entonces, fui acumulando muchas situaciones que se conviertieron en anécdotas que uno a veces cuenta en reuniones familiares o con amigos. Alguna vez me han dicho que debería escribirlas, contarlas, publicarlas en algún lado. Sé que no es nada original hacerlo, pero tampoco pretendo serlo. Arranco hoy con una, y no me propongo, de ninguna manera, tener una frecuencia preestablecida, sino ir haciéndolo cuando pueda. Desde ya, si alguien tiene alguna y quiere que la publique, sólo tiene que avisarme. Ahí va la primera.

En el año 2006, era profesor de dibujo técnico de tercer año. Cerramos el primer trimestre, llega la fecha de entrega, y algunos alumnos, como es habitual, no cumplieron con las pautas establecidas, y no entregaron las láminas. Cierro las notas y les digo que, como es el primer trimestre, queda el resto de año y debían ir completando los trabajos adeudados. Ninguna particularidad hasta ahí, sólo rutina. A la clase siguiente, ya comenzando el segundo trimestre, pido los trabajos a los alumnos que no los habían completado. Un chico, de 14 ó 15 años, me dice que no tiene ninguna lámina, porque "profe, las meó el gato". Le pregunto cuando fue eso y le digo, dudando de su "historia", que las traiga igual, total ya seguramente iban a estar secas. A la clase siguiente no las trae, y cuando se las pido me dice que la madre, enojada porque le fue mal en el primer trimestre, se las rompió. Cito a la madre para la semana siguiente. Cuando viene, reunidos el alumno, la madre, la regente y yo, empiezo diciéndole a la madre que me parecía muy mal que le haya roto las láminas al chico porque no aprobó.
El resto es obvio, la madre me dice que eso no era verdad, todos los ojos apuntan hacia el chico, quedando en evidencia el verso inicial. Vaya uno a saber que pasó en esa casa cuando el chico regresó. Ah, y no tenían gato.

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