Quiero
compartir con ustedes una experiencia desarrollada en los últimos días, en el
cierre del primer trimestre del ciclo lectivo 2012.
Al empezar el
año, alrededor del 10 de marzo, acostumbro plantear la manera en la que se
desarrollarán las clases, los trabajos a realizar, las posibles modificaciones
en función de las dificultades que en el recorrido puedan ir surgiendo, y dejar
en claro la manera en la que voy a evaluar, los aspectos que son más
importantes, para mí, a la hora de determinar la nota final de cada estudiante,
en cada trimestre.
Antes de dar
a conocer las notas, pregunto a cada uno, individualmente, la nota que
considera que merece, en función de su rendimiento, y tomando en cuenta los
criterios de evaluación enunciados a comienzo de año. Les aclaro que las notas ya fueron
determinadas, ya que esa es mi función, y que la intención no es que se
sobrevaloren o que se desmerezcan, sino que expresen, realmente, lo que sienten
que considerarían justo, en función de lo que hicieron, bien o mal, y de lo que
no hicieron.
Luego, se
dicen las notas, y se dice a todo el curso que nota cada uno consideró que
merecía.
Esto fue
realizado, entre el 28 de mayo y el 5 de junio, con poco más de 100
estudiantes, de 2º a 6º año, de tres escuelas técnicas distintas.
Lo que
entiendo interesante es mostrar la distancia que hay entre las notas que como
docente puse, y las que los estudiantes consideraron que merecían.
Tomando cinco
divisiones, el promedio de notas fue 6,26, y el promedio de notas que los
estudiantes dijeron merecer fue 6,09.
En el 58% de
los casos la nota que determiné como docente coincide con la que el estudiante
dice merecer. En el 16 % de los casos dijeron merecer una nota superior a la
obtenida, y en el 26 % de los casos dijeron merecer una calificación inferior.
En apenas el 3% de los casos el estudiante dijo merecer dos puntos más que los
que tuvo como nota, en el resto de los casos la diferencia fue de apenas un
punto.
Está claro
que es una muestra de pocos casos, que puede tener un valor casi nulo. O no. Me
encantaría poder compartir con mis colegas este intento, que quienes quieran y
puedan lo hagan, y podamos cotejar los resultados de la experiencia.
Este
comportamiento, que ha sido por parte de estos estudiantes serio, autocrítico,
maduro, ¿ querrá decir algo ? Será un indicio, tenue, mínimo, que sirva para
tratar de construir un futuro en el que cada uno de nosotros sepa hacerse cargo
de los errores que comete ? Probablemente no, pero déjenme ilusionarme y
confiar, ante la indecencia del presente, en la sensatez del futuro.
Hoy vemos que
siempre, en todo, la culpa es del otro. Quizás en algunas décadas tengamos
gobernantes que utilicen la cadena nacional para hablarnos de sus desaciertos y
rectificar rumbos, o veamos algún director técnico que en lugar de golpearse el
pecho alardeando acerca de los cambios que hizo en un entretiempo para dar vuelta
un partido que iba perdiendo nos diga que eligió mal los once iniciales.
Ojalá llegue
el día en el que, hacerse cargo, sea habitual y no excepcional. Ojalá llegue el
futuro. Lo estamos necesitando.