miércoles, 6 de junio de 2012

Hacerse cargo


Quiero compartir con ustedes una experiencia desarrollada en los últimos días, en el cierre del primer trimestre del ciclo lectivo 2012.
Al empezar el año, alrededor del 10 de marzo, acostumbro plantear la manera en la que se desarrollarán las clases, los trabajos a realizar, las posibles modificaciones en función de las dificultades que en el recorrido puedan ir surgiendo, y dejar en claro la manera en la que voy a evaluar, los aspectos que son más importantes, para mí, a la hora de determinar la nota final de cada estudiante, en cada trimestre.
Antes de dar a conocer las notas, pregunto a cada uno, individualmente, la nota que considera que merece, en función de su rendimiento, y tomando en cuenta los criterios de evaluación enunciados a comienzo de año.  Les aclaro que las notas ya fueron determinadas, ya que esa es mi función, y que la intención no es que se sobrevaloren o que se desmerezcan, sino que expresen, realmente, lo que sienten que considerarían justo, en función de lo que hicieron, bien o mal, y de lo que no hicieron.
Luego, se dicen las notas, y se dice a todo el curso que nota cada uno consideró que merecía.
Esto fue realizado, entre el 28 de mayo y el 5 de junio, con poco más de 100 estudiantes, de 2º a 6º año, de tres escuelas técnicas distintas.
Lo que entiendo interesante es mostrar la distancia que hay entre las notas que como docente puse, y las que los estudiantes consideraron que merecían.
Tomando cinco divisiones, el promedio de notas fue 6,26, y el promedio de notas que los estudiantes dijeron merecer fue 6,09.
En el 58% de los casos la nota que determiné como docente coincide con la que el estudiante dice merecer. En el 16 % de los casos dijeron merecer una nota superior a la obtenida, y en el 26 % de los casos dijeron merecer una calificación inferior. En apenas el 3% de los casos el estudiante dijo merecer dos puntos más que los que tuvo como nota, en el resto de los casos la diferencia fue de apenas un punto.
Está claro que es una muestra de pocos casos, que puede tener un valor casi nulo. O no. Me encantaría poder compartir con mis colegas este intento, que quienes quieran y puedan lo hagan, y podamos cotejar los resultados de la experiencia.
Este comportamiento, que ha sido por parte de estos estudiantes serio, autocrítico, maduro, ¿ querrá decir algo ? Será un indicio, tenue, mínimo, que sirva para tratar de construir un futuro en el que cada uno de nosotros sepa hacerse cargo de los errores que comete ? Probablemente no, pero déjenme ilusionarme y confiar, ante la indecencia del presente, en la sensatez del futuro.
Hoy vemos que siempre, en todo, la culpa es del otro. Quizás en algunas décadas tengamos gobernantes que utilicen la cadena nacional para hablarnos de sus desaciertos y rectificar rumbos, o veamos algún director técnico que en lugar de golpearse el pecho alardeando acerca de los cambios que hizo en un entretiempo para dar vuelta un partido que iba perdiendo nos diga que eligió mal los once iniciales.
Ojalá llegue el día en el que, hacerse cargo, sea habitual y no excepcional. Ojalá llegue el futuro. Lo estamos necesitando.

2 comentarios:

  1. Sebastián, hace un tiempo hice lo mismo en mis cursos en la UBA. La diferencia a favor de las opiniones propias de los estudiantes era, porcentualmente, mucho mayor a la que vos experimentaste. No creo en la evaluación numérica y por eso llevé adelante el ejercicio, dispuesto, además, a colocarles la nota que ellos pensaban, en la inteligencia que la formación y la nota nada tienen que ver. Tanto este como otros experimentos que tienen que ver, terminaron por resultar en la UBA. Sucedía que los alumnos se aprovechaban de la flexibilidad y te afanaban la materia sin siquiera comprometerse en la lectura. El problema de la educación es, a mi criterio, afectivo. hay que lograr que estudiantes y profesores amen lo que hacen, de otro modo, no se llega a ningún lado, y menos en un marco de beligerancia colectiva como plantea el populismo, tanto político como educativo. Gran post, Abrazo

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  2. Coincido totalmente con vos, Sebastián. Creo que fomentar la autocrítica y la autoevaluación es la mejor manera de construir un futuro con respeto y reflexión. Si bien no hice la experiencia todavía, creo que los alumnos pueden auto evaluarse con criterio si tienen las consignas claras sobre la forma de evaluación y si los docentes actuamos como decimos (y no somos contradictorios en nuestras actitudes con nuestras palabras).
    Cuando el alumno ve que el docente es coherente, se compromete, reflexiona, acepta los errores y asume el rol de acompañar el aprendizaje, se puede esperar que el alumno aprenda algo más que la asignatura escolar o académica. No sé a qué tipo "beligerancia colectiva" se refiere Gabriel (tal vez sea un problema puntual que no queda claro en su discurso), pero con seguridad no estoy de acuerdo con que el tema de la educación sea meramente "afectivo". El compromiso (como también el aprendizaje) requiere de esfuerzo, comprensión, comunicación e interiorización. El adulto docente debe tener una serie de conocimientos y un grado de reflexión que le permita evaluar el grupo que tiene enfrente y la mejor manera de contribuir al aprendizaje. El proceso de enseñanza-aprendizaje es demasiado complejo para reducirlo a una cuestión afectiva.

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