El próximo 15 de marzo cumplo 20 años
en la docencia. En aquel momento, mi trabajo inicial fue como
preceptor. Desde entonces, fui acumulando
muchas situaciones que se conviertieron en
anécdotas que uno a veces cuenta en reuniones familiares o con
amigos. Alguna vez me han dicho que debería escribirlas, contarlas,
publicarlas en algún lado. Sé que no
es nada original hacerlo, pero tampoco
pretendo serlo. Arranco hoy con una, y no me propongo, de ninguna
manera, tener una frecuencia preestablecida, sino ir haciéndolo
cuando pueda. Desde ya, si alguien tiene alguna y quiere que la
publique, sólo tiene que avisarme. Ahí va la primera.
En el
año 2006, era profesor de dibujo
técnico de tercer año. Cerramos el primer trimestre, llega la fecha
de entrega, y algunos alumnos, como es
habitual, no cumplieron con las pautas establecidas, y no entregaron
las láminas. Cierro las notas y les
digo que, como es el primer trimestre, queda el resto de año y
debían ir completando los trabajos
adeudados. Ninguna particularidad hasta ahí, sólo
rutina. A la clase siguiente, ya comenzando el segundo trimestre,
pido los trabajos a los alumnos que no
los habían completado. Un chico, de 14 ó 15 años, me dice
que no tiene ninguna lámina, porque "profe,
las meó el gato". Le pregunto cuando fue eso y le digo,
dudando de su "historia", que las traiga igual, total ya
seguramente iban a estar secas. A la clase siguiente no las trae, y
cuando se las pido me dice que la madre, enojada porque le fue mal en
el primer trimestre, se las rompió. Cito a la madre para la semana
siguiente. Cuando viene, reunidos el alumno, la madre, la regente y
yo, empiezo diciéndole a la madre que me parecía muy mal que le
haya roto las láminas al chico porque no aprobó.
El resto es obvio, la madre me dice que eso no era verdad,
todos los ojos apuntan hacia el chico,
quedando en evidencia el verso inicial. Vaya uno a saber que pasó en
esa casa cuando el chico regresó. Ah, y no tenían gato.
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